Como casi todos los proyectos que me pasan por la cabeza, este obedece siempre al orden inverso de los acontecimientos según la lógica clásica. Hace ya un año y medio oí hablar de un manuscrito, en fin, de un artículo de periódico que narraba las espectaculares , y por lo demás cotidianas por aquel entonces, peripecias de tres hombres que lucharon durante la contienda de la guerra civil española a favor de las milicias populares.
El periodista publicó en una recopilación de entrevistas y artículos el testimonio de tres ancianos que todavía en los años ochenta ultimaban sus vidas en la isla de Cuba al socaire de un regimen comunista. Habían llegado allí como asesores de Fidel en el 59 ya durante la revolución. Pero quizá era el fin de un dilatado viaje desde una vieja Europa que se desmoronaba y resucitaba de entre los escombros tras los últimos coletazos del tercer Reich. Tres milicianos que cruzaron los Pirineos para observar la cara más amarga de la hospitalidad francesa, cómodamente hospedados en los campos de refugiados del sur, en la costa del golfo de León, estre islotes comunistas, anarquistas, nacionalistas que se prodigaban culatazos y continuaban la hiel que los enfrentara en la ciudad universitaria del Madrid de los años treinta o en la Barcelona en que algún día reinara el comunismo libertario. Vivieron ente cagones que sufrían la enfermedad crónica de las alambradas y el hacinamiento, que cagaban mirando al Mediterraneo todos acurrucados y compartiendo lo más íntimo de su ser con los pies mojados por la espuma y el estómago roído por la gastroenteritis crónica.
La historia les deparó muchos destinos posibles y que fueron. Quizá en otro comentario. Lo que sí quisiera decir es que comienzo por el final una historia que aún no he podido leer, pero de la que ya me figuro una trilogía, la portada obedece a un posible desenlace en la jungla de Vietnam, donde realmente estuvieron como soldados experimentados cuando aún podían llamar a aquello Indochina.
